Desde hace varios años, muchas voces están anunciando el
desastre de las prácticas obsoletas y sin sentido que nuestro sistema
educativo insiste en sostener. Ese afán casi obsesivo por medirlo todo casi
comparable por la ansiedad de depredación de algunos sectores económicos del
país. Imposible no comparar. Pareciera que es urgente comprobar que algo se
debe exterminar, no quiero pensar que la educación pública sea el objetivo.
Mucha tecnología, mucha innovación, muchos indicadores, mucha competencia,
mucha farándula y olvidamos la práctica más importante, más barata, humilde y
primera: el simple acto de leer, leer en la escuela.
Sin
duda, se debe reconocer que los últimos diez años, el esfuerzos de fomento de
la lectura han generado lazos y cooperación hacia un objetivo común, en una
alianza estratégica entre el MINEDUC, la DIBAM, CNCA y fundaciones que trabajan
en ésta área, relación que ha dado movimiento y actividad a organizaciones y
personas que difunden y motivan a leer, sumado a todo esto una explosión
editorial importante en Chile donde confluyen nuevas propuestas editoriales
consolidadas e independientes. Sin embargo, hay un espacio intermedio que
estanca la evolución. Sin generalizar, debo afirmar
que los recursos están para hacernos una sociedad lectora y desarrollada
culturalmente pero reconozco que no se lee en el momento clave, en la primera
infancia. ¿Cuál será el problema? En la escuela, claramente una comunidad
educativa no lectora, profesores que no leen, lecturas obligatorias, directores
que no leen y no les interesa porque además tienen la certeza de que ya no lo
necesitan, pues ya son directores, padres no lectores. Entonces, ¿será posible
generar un niño lector? Es casi un paisaje adverso, definitivamente.
La escritora brasileña Ana María Machado (premio Hans Christian
Andersen 2000), contó una vez en un seminario sobre promoción de la lectura,
que su primera pregunta al comenzar un taller sobre fomento lector era la
siguiente: Queridos profesores, ¿quién me cuenta que está leyendo? Silencio
sepulcral, entonces tomaba aire y comenzaba su charla esperando al menos hacer
eco en uno de ellos.
Diversos
estudios en el área de educación, incluyendo la de neurociencia, publican
hoy investigaciones categóricas sobre el acceso indispensable del lenguaje en
la más temprana edad, la lectura como actividad temprana e indispensable y el
ejercicio de la escritura como desarrollo integral del ser humano, pero nos
damos de cabeza frente al muro en la escuela, tras la negación absoluta de
muchos equipos directivos y pedagógicos de la evidencia empírica y frente a la
insistencia de entrenar, entrenar y entrenar para la comprensión lectora como
si eso fuera en términos deportivos, como el niño al que exigimos ganar la
maratón pero que jamás le llevamos a correr como rutina cotidiana.
Algunos estudios recientes parecen confirmar que el texto
impreso permite una mejor comprensión lectora que leer el mismo texto en la
pantalla de un dispositivo electrónico. En consecuencia, está la primera
necesidad de apropiarse de ciertas habilidades básicas como comprender para
integrar las tecnologías y su aprovechamiento eficiente. Aquí no es una acción
romántica leer en papel sino más bien una acción natural que nos permite
evolucionar a otros soportes; en este tiempo moderno donde
la multimodalidad nos ofrece la rica opción de leer de distintos modos y
en diferentes soportes, como señala Daniel Cassany. Definitivamente no somos
los mismos lectores del siglo pasado y nuestras necesidades lectoras
también han cambiado a través del tiempo.
No hay estudios que indiquen que a mayor tecnología mayor
comprensión, pero si existen muchas investigaciones y teorías sobre como el
desarrollo de la comprensión lectora nos lleva a un desarrollo del pensamiento
y la reflexión. ¿Cuál es la relación entonces con comprender la vida? Simple:
quien comprende un texto es capaz de comprender que agredir a su compañero no
está bien, es capaz de entender y generar actitud empática sobre el dolor de
otro, solidaridad. Quien comprende muchos textos, se apropia de la experiencia
de otros aplicable en su propia vida. Quien comprende un texto histórico podrá
descubrir la importancia de ser ciudadano.
Nos
atiborramos de estadística que nos vaticinan la catástrofe de la sociedad,
violencia, discriminación, depresión, abuso, obesidad y la lista es enorme,
pero nos olvidamos de una actividad tan pequeña pero con inmensas posibilidades:
quien comprende lo que lee sin duda podrá comprender las injusticias de la vida
y probablemente tendrá herramientas para aceptarlas o sobrellevarlas, porque
hay un elemento en comprender, abrir la mente y ver con otros ojos la
posibilidad de alternativas. ¿Será
tan terrible leer a otro, leer con otro, que la familia no lo hace, que el
profesor no lo hace? Insisto en no generalizar, pero claramente no es una
prioridad en ésta sociedad, donde la televisión promueve todo lo contrario a
una visión sana de la vida con contadas excepciones por supuesto. ¿Dónde está
lo que se contrapone a la vanidad, el exceso y la inconsciencia? Sorpresa, en
el libro, ahí está la belleza. Gabriel Zaid en su libro “Leer”, nos afirma que
quien conoce la belleza puede distinguirla entre la fealdad y elegirla, elegir
vivir en la belleza, en la belleza del lenguaje, en la belleza de la conciencia
imagino.
Definitivamente leer no nos hace mejores o peores personas, pero
secretamente nos da una posibilidad de comprender.